martes, 18 de octubre de 2011

Homenaje a Charles Bukowski

Hubo una época en que yo leía mucho a Charles Bukowski, sus novelas, sus relatos, sus poesías. Creo que he leído prácticamente todo lo que ha publicado, o si no, casi todo, y muchos libros los he releído dos o tres veces. Y en alguna ocasión me inspiré en él para escribir cosas. Este texto que publico a continuación, pertenecía a esa época, hace unos 5-6 años, y creo que también salió en el extinto Oasis Urbano. Pero no quería dejarlo en el olvido.


 
P
 
DE CAZA



 
Ella estaba bebiendo provocativamente. Tenía una falda corta que apenas le llegaba por debajo del culo y un top ajustado. Un auténtico bombón que meneaba la cadera arriba y abajo, delante y detrás, como si estuviera follando salvajemente. Si la viera su madre, pensé.
Esta chica hizo que mi polla se pusiera dura como una piedra. Pensé ir al lavabo y mandarla a dormir yo solito, pero había salido a aquella cutre discoteca precisamente para no hacer eso. El sexo es una mierda. Quiero decir, si uno se para a pensar, es meter el chisme con el que meas en un coño pringoso que derrama fluidos y soltar tu moco blanco dentro, o fuera, como prefieras. Y después de haber sudado lo suficiente dando unos cuantos caderazos. Pero aun así, uno seguía queriendo echar unos putos polvos. Es la ironía del hombre: desde que uno sale de esa raja, sólo piensa en volver a meterse por ahí. Posiblemente encuentra aquel lugar mucho más agradable que el mundo. O no.

Me acerqué a la chica.
-       Oye nena, mi amigo y yo queremos conocerte.
-       ¿Tu amigo? ¿Dónde está?
-       Aquí.- dije señalando el bulto que se veía en el pantalón.
Se quedo mirando fijamente y luego me dijo que me perdiese de vista. Lo intente con una docena de mujeres más, y todas me mandaron al carajo. A algunas incluso les pregunte el nombre antes. Pero aquello era inútil. No funcionaba.

Ya estaba por irme a mi casa, cuando apareció ella. Mediría unos 1,50 metros y pesaría alrededor de los 80 kilos, nada disimulados con aquella camiseta ceñida y los pantalones a punto de estallar. Se me acercó. Estaba borracha, bastante más que yo,  y se tambaleaba. Me dijo:
-       Oye, picha tiesa. He visto como te acercabas a todas esas mujeres.
-       Oh, sí. Suele pasar en estos lugares.
-       Yo follaré contigo. Si antes me invitas a una copa.
A pesar de ser repulsiva, mis ganas de no hacerme más callos que los que ya tenía en la mano me decidieron. La invité a una copa, a otra, y a otra. No se como podía tragar tanto. Era una auténtica succionadora de alcohol.
-       Ahora, vamos a mi casa.

Fuimos a su casa. Estaba al lado del antro del que salíamos. Nada que contar del piso. Unos 50 metros cuadrados, casi vacío a excepción de unos cuantos muebles, platos y vasos usados adornados con colillas, repartidos por todos lados. En el dormitorio solo había un colchón en el que me tiró nada más entrar.  Me desabrochó el pantalón antes de que pudiera hacer nada. No lo hacía muy bien. Yo solo quería acabar cuando antes para irme de ahí.

Entonces ocurrió. Se convulsionó y vomitó con mi miembro dentro de su boca. Era asqueroso. Y en ese mismo instante, me corrí.