domingo, 5 de mayo de 2013

EL HOMBRE SIN REFLEJO

EL HOMBRE SIN REFLEJO
Por El Que Nunca Estuvo

Aquella mañana, como todos los días, Aurelio se levantó puntualmente a las 8 de la mañana y se dirigió soñoliento al cuarto de baño. Se dio una ducha rápida en cinco minutos, y después de secarse y vestirse para ir a la oficina, se dispuso al rutinario afeitado mañanero. No fue sino hasta después de haberse puesto la crema de afeitar en la cara y habérsela enjuagado para hacer espuma cuando, con la cuchilla en la mano, tomó conciencia de que allí estaba pasando algo que no era nada corriente. En el espejo que tenía enfrente, donde siempre que se miraba se encontraba con unos ojos, con una nariz, una boca…. no había nada. Aurelio se palpó extrañado la frente, las orejas, las mejillas. Estaban ahí, o al menos eso era lo que le decía su tacto, pero el espejo parecía no compartir la misma opinión. Durante unos segundos que le parecieron eternos siguió mirándolo, al principio con incredulidad y luego con un terror creciente, hasta que finalmente abrió la boca y con una voz temblorosa, gritó:
-       ¡LAURA! ¡LAURA VEN AQUÍ, CORRE! – exclamó.
Su mujer apareció medio minuto después en la puerta del cuarto de baño medio minuto, aún atontada por el sueño, pero sobresaltada.
-       ¿Qué ocurre, por qué gritas? – le preguntó su esposa.
-       Ahí, Laura, mira, ahí…- respondió Aurelio, con voz entrecortada, mientras señalaba el espejo con el dedo tembloroso.
-       ¿Ahí? ¿A que te refieres? Ahí no veo nada…
-       Eso es… ¡mi reflejo!. ¡Ahí no está! Está el tuyo, ¡pero el mío no está!