sábado, 24 de diciembre de 2011

QUERIDA VIDA

Querida vida:

De tan enredados que tengo los pensamientos, esta mañana al intentar peinármelos con los dedos se me quedaron las manos perdidas dentro. He aquí que no pueda esperar tu regreso como sé que más te gusta, colgado del alfeizar de nuestra ventana, y que en el salón aún queden unos cuantos sueños sin recoger desperdigados por el suelo. Espero que puedas perdonarme.
Te quiere,

tu dueño

sábado, 10 de diciembre de 2011

Las estrellas que se nos caen.

Se le murió aquella luz que emanaba por la mañana, y comprendí que al anochecer, pocas son las que nos siguen iluminando.

martes, 6 de diciembre de 2011

En la tele hay unos señores

En la tele hay unos señores
Y parece que discuten algo importante
no paran de ladrarse los unos a los otros
y enfrentarse entre ellos con caras rojas y poses amenazantes.

Pero ahora que los escucho
Me doy cuenta de que no dicen más que vulgoridades
Tos enfadaos, hablando sobre vidas que no son suyas
y que no deberían importar a nadie
(aunque de alguna forma inexplicable lo venden como algo muy importante)

A veces los veo, y pienso
que quizás no son tan ceporros como se muestran
y después del programa, en casa, disfrutan de un disco de Chet Baker
que en realidad son muy cultos, seguramente más que los espectadores,
y sobreviven gracias a sus habilidades de verdulera
porque el mundo no quiso recompensar sus facultades intelectuales.

Espejito espejito


-Espejito espejito mágico, dime ¿quién es el chico más guapo del reino?- le pregunté al espejo aquella mañana nada más despertarme. Pero el espejo no respondió nada esa vez (en realidad las anteriores sesenta y cuatro veces tampoco lo había hecho) y tan sólo vi mi cara mirándome fijamente con ojos de pasmarote.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Vulgar


NO SÉ porque, hoy amanecí Vulgar, Vulgar y hasta, reconozcamoslo, un torpe tonto, especialmente en esa Pena ya gastada de tanto mimarla y darle caprichitos. 

Quizá, por eso, las fútiles peleas de hoy con renglones testarudos y desagradecidos, pintándome el corazón como si fuera un diccionario, e intentando llorar sin éxito dos carámbanos de desconsuelo.