miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cajas

Mi presencia va desapareciendo lentamente. Se ordena y se guarda en cajas, para que se la lleven lejos. Aquí, una noche, mi cuerpo sube al tejado de la casa. Escucha la soledad de las calles y las farolas que no alumbran. Observa el silencio y siente unas punzadas detrás del pecho. Cierro los ojos y medito. No corre viento que pueda transportar lo que no se puede tocar. No pueden estrechar mis manos la ausencia.

Dormir, despertar, observar la habitación vacía. Sal a la calle, que te de el sol, pasea, respira. En la calle todos se mueven con prisa, parecen desafiar al tiempo. Yo lo contemplo asombrado. Las manecillas del reloj ayer se movían de forma normal. Hoy la aguja que marca las horas invirtió su marcha, mientras el minutero sigue adelante.

Esta noche, en el espejo, no conseguí ver mi reflejo. Todo estaba empañado con un espeso vaho. Y salí a recorrer los caminos sin peinarme.

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