HAY PALABRAS BONITAS, pero desde que te fuiste se quedaron desganadas, tristes, y ya no se acicalan ni hacen esfuerzos por ponerse guapas. Hay historias emocionantes y felices, pero alguien malvado les (re)cortó el suministro de tinta, y se quedaron a medio escribir, muertas de aburrimiento en los estantes, y locas por que alguien las vuelva a encontrar interesantes.
Hoy el ciudadano moderno está de oferta en el mercado, ¡llévese tres y pague dos!, hay mucha oferta para tan poca demanda, la fábrica quizás cometió un error de cálculo, a muchos se les pasa la fecha de caducidad y se echan a perder. Importantes organismos internacionales advierten de que cada año miles de toneladas de persona se tiran a la basura, y proponen realizar una campaña para repartir las que hayan sido desechadas, gratis, entre las compañías que estén más necesitadas.
Hoy en día ni los sentimientos ni las fantasías cotizan en bolsa (la causa está en que no son competitivos ni innovadores, dice en la tele un fulano medio calvo y con cara de no haber sido nunca un niño), pero eso no les importa ya a los pobres, que empiezan a sospechar que nunca conseguirán hacerse ricos. Por eso me iré a la calle y recogeré en mi carrito de la compra todas las letras que encuentre por ahí tiradas, con las que me pueda hacer un grueso poema, que me arrope y me dé abrigo durante las frías noches de invierno que nos esperan, y quizás incluso hasta me sobren algunas con las que arreglar las goteras que hay en el techo de mis memorias.
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